¡¡140 kilómetros por hora!!

Cuando Marty McFly cogió el DeLorean en 1985 y acabó en 2015 se encontró un mundo muy diferente del suyo: los coches volaban, los bolsillos se llevaban por fuera del pantalón y las personas vestían armaduras cyberpunk con botones incorporados con sonidos de gallinas, para cuando la situación lo requiriera. Algunas predicciones, como las famosas conferencias (y despidos) telemáticas, el reconocimiento de huellas digitales o la insana necesidad de hacer remakes y reboots de películas como con Tiburón 19 sí se hicieron realidad y se han convertido ya en algo tan común que ha dejado de asombrarnos.

Pensar 30 años en el futuro nos puede resultar un ejercicio de fantasía y ciencia ficción. Y realmente lo es. 30 años atrás, en 1992, Tim Berners-Lee aún estaba enseñando a andar a su hija, la World Wide Web (WWW), ignorante de que, en apenas un par de décadas, se introduciría en los hogares y las vidas de miles de millones de personas. La WWW nació en el CERN como un medio para compartir información y datos a través de Internet mediante hipertexto (texto que enlaza a otros textos). Para ello, el bueno de Tim inventó el lenguaje de marcado HTML (HyperText Markup Language) para diseñar las páginas web que definiría esa serie de hipertextos, creó el Protocolo de Transferencia de HiperTexto (HTML por sus siglas en inglés), que establece las normas de comunicación para transferir esas páginas web, y el primer navegador de internet (llamado WorldWideWeb), un programa que permitiría visualizar esas páginas web. Casi nada.

¿Por qué os cuento todo esto? 1) Porque el saber no ocupa lugar y 2) porque antes, a menos que trabajaras en el CERN como Tim, la única forma de acceder al conocimiento era, o bien tener los libros o enciclopedias que necesitabas, o bien ir a la biblioteca o institución pertinentes. Hoy, acceder a cualquier tipo de conocimiento o información está a un par de taps en la pantalla de tu móvil o clics en tu PC. Y eso, hace 30 años, era ciencia ficción. No sólo eso, ¿se acuerda alguien de la enciclopedia Encarta? Pues hace menos de 20 años de su edad de oro y, ahora, no es más que otra herramienta que nos parece sacada del paleolítico.

Hoy tenemos inteligencias artificiales que intentan con cierto éxito replicar arte e imágenes mientras Boston Dynamics entrena a robots a base de palos para caminar y saltar, o alimentamos las redes neuronales y algoritmos de búsqueda para que sepan lo que queremos buscar o ver antes de que nosotros mismos lo sepamos.

Imaginar la educación en 30 años es como ponernos en la piel de Robert Zemeckis y Bob Gale cuando escribieron Regreso al Futuro II, un ejercicio de creatividad en el que imaginarnos un 2050 con coches voladores, robots asistentes o inteligencias artificiales dando clase a nuestros hijos/nietos. O también puede que, pese a todo avance, las clases del futuro continúen igual que ahora. ¿Acaso no hay muchos profesores y clases que se siguen impartiendo igual que hace 30 años pese a todo avance? Igual el fracaso escolar se dispara porque seguimos anclados en un modelo obsoleto mientras culpamos a la tecnología de capitalizar la atención de las nuevas generaciones en vez de aprovecharnos de ella.

Imaginarnos la educación del futuro hace 30 años era un ejercicio de ciencia ficción. Y, sin embargo, puede haber mucha ciencia en la ficción. En 1988, Isaac Asimov nos predecía el futuro con una precisión casi matemática en la que describe cómo, a través de las nuevas tecnologías, todo el conocimiento podría estar al alcance de cualquiera, y las máquinas podrían aprender a educarnos en base a nuestros gustos e intereses de forma optimizada y personalizada, aprovechando nuestros potenciales e intereses al máximo, al ritmo que mejor se adaptara a nosotros.


¿Confiarías en una inteligencia artificial para educar a tu hijo?


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares